Libros
EL BLOC DEL CARTERO
Por motivos distintos, un par de lectores recuerdan la reciente Feria del Libro de Madrid. Ese momento único del año en el que durante dos semanas, en la capital de España, el libro congrega multitudes y se convierte en el centro de la actualidad (también nacional, por el peso de la capitalidad en la agenda de los medios). Hay fenómenos que tienen poco que ver con la sustancia de lo libresco: la caza de fotos o selfies, las colas de fans para ver a sus ídolos puestos efímeramente tras un objeto con forma de volumen encuadernado. Sin embargo, ahí está el detalle que subraya uno de los lectores: alrededor del libro se juntan en el Retiro decenas de miles de personas, y por la Feria pasan cientos de miles sin que haya manadas ni tumultos ni hagan falta más que unos pocos municipales. Aprendan otros
LA CARTA DE LA SEMANA
Prefiero turistas a refugiados
Sé que están de moda el «refugees welcome» y el «tourists go home», pero yo prefiero que a nuestro país vengan turistas antes que refugiados. No porque los turistas dejen dinero y generen trabajo, y los refugiados lo contrario. No porque los turistas tengan mejor pinta y los refugiados vengan con lo puesto. No porque los turistas estén unos días y se vayan y los refugiados pasen aquí más tiempo. No. Prefiero turistas porque vienen libremente y gozan de un nivel de vida que, además de vivir, les permite disfrutar de vacaciones y conocer mundo.
Los refugiados, en cambio, vienen obligados por la necesidad: no son libres sino para huir de una muerte casi segura por la violencia o el hambre en sus países. Un solo refugiado en nuestro país es así un fracaso: nadie debería verse obligado a abandonar su hogar. Me gustaría, por eso, no tener que acoger a una persona como refugiada, sino poder darle la bienvenida como turista.
Juan Tejero, Barañáin (Navarra)
Por qué la he premiado… Por hacer pasar de contrabando, bajo el título provocador, la gran cuestión de raíz que subyace en un asunto del que solemos quedarnos en las hojas.
Feria en el Retiro
Un clásico de la Feria del Libro de Madrid es la marea humana caminante –de diferentes ‘culturas’–, en concreto la de los fines de semana, smartphone en mano para capturar escritores y famosos como si fueran pokémones. Hace unos días, cuando Ian Gibson me estaba dedicando un libro, irrumpió una mujer gritona e interrumpió al escritor, informándonos a todos de que él había hecho un estudio sobre su pueblo. Ante nuestra mirada suspendida, interrogó –al aire– cómo a un inglés le podía gustar España. Sin entrar en el valor de la pregunta, a Gibson no le gusta que lo llamen ‘inglés’, sencillamente porque no lo es. El escritor capeó el envite con una frase simpática sobre él y Preston.
Advertí a la mujer de que se había equivocado y esta levantó la tapa de uno de sus libros donde resaltaba su origen dublinés. Quiso entonces corregir el error: «¡Ah, claro… de Escocia!». Gibson terminó como pudo mi dedicatoria y, entre risas de ambos, le rogué que, con el lío, no me hubiera firmado como Preston.
Alejandro Benítez Martín (Madrid)
Españoles del libro
Disfrutando en la Feria del Libro de Madrid. Había bastante gente, pero se podían ver los libros. Sorprendido, como nunca, por tantísima, variada y profunda producción escrita del género humano. Pero ya no espero, como antes, libros que nos inciten a luchar contra el calentamiento del clima. Siempre ha habido pocos libros ecologistas, para mi desesperación. Este año, mucho peor. Solo he descubierto uno. Así nos va.
Los editores siguen fallando a los lectores. Me entusiasmé, más que con los libros, con los lectores: con sus ojos vivos y excitados. Porque la tarde lluviosa en que fui había seleccionado al personal. Solo había forofos de la cultura. Qué placer mirarlos: de todas las edades, pero mayoría de jóvenes. Mucha guapura. Cuánta inteligencia en acción. No había manadas ni ultras ni vociferantes. Españoles del libro. Daba gusto. Qué pena que hayan faltado los libros de autoayuda contra el CO2.
Pablo Osés Azcona, Fuengirola (Málaga)
Ya está puesto el nivel
Siento una triste alegría por la dimisión, más bien cese, del ya exministro de Cultura Màxim Huerta. La verdad, no me gustó su nombramiento: a mi mente venían otros nombres. Pero, con lo que estamos viendo, no me extraña que con un prestigio consolidado y la vida resuelta nadie con dos dedos de frente se meta en berenjenales.
Todos guardamos un muerto en el armario. Tengo muy claro que este Gobierno ha dejado el listón muy alto. Veinticuatro horas es lo que se debe tardar en dimitir desde que se descubre una metedura de pata. Así debería haber sido siempre, lo es ahora y lo va a ser, porque el que no siga el ejemplo lo tiene clarito. La gente se acostumbra a lo mediocre, pero también a lo normal, que es esto. Y que cunda el ejemplo, que quedan más juicios y otros que se irán.
Luis Ángel Diez (Correo electrónico)
El Aquarius y los refugiados traen la solución
La gente que escapa de África es gente de la agricultura, del interior, acostumbrada a la labranza, la recolección, y vienen niños sin familia. En España hay pueblos abandonados y otros que lo serán, escuelas que se cierran por falta de niños. Pues bien, con una pequeña ayuda de los ayuntamientos, otra de las comunidades autónomas y otra del Estado central se puede dar vida a esos pueblos abandonados.
Se reconstruyen las casas, se prepara la tierra y esos niños solitarios entran en esas escuelas de viejos pueblos casi desérticos. Esa gente puede dar vida a muertos campos, hacer renacer los viejos pueblos de Castilla, de Galicia. Esos niños ‘huérfanos’ y toda esa gente escapan de guerras y de la peor guerra, la miseria. Nosotros lo sufrimos, tenemos una España en el exterior: Cuba, América y, últimamente, también Europa. Estos emigrantes forzados, todos lo son, necesitan un tiempo de adaptación y aprendizaje, pero con una buena política, puede ser positivo para ellos y para el país. Dentro de unos años podremos ver revivir viejos pueblos de Castilla, hoy moribundos. Solo se necesita voluntad y raciocinio.
Manuel Domínguez III (Santiago de Compostela)