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Dignidad

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Dignidad

El bloc del cartero

Alguien, antes de que llegue a sembrarse siquiera la sospecha de que puede ser un pelele de otros, fulmina cualquier interpretación en ese sentido declinando el alto nombramiento para el que se le propone. Una insólita lección de dignidad, como pondera uno de nuestros lectores, que pone en su justo sitio unas cuantas cosas. En primer lugar, el empaque y la calidad ética del «guasap senatorial» –ingeniosa combinación verbal– o «guasap a lo bonzo» que precipita los acontecimientos. En segundo lugar, el valor profesional de quien ostenta una posición por su brillantez indiscutida, y no por ser un mero tributario de los untuosos favores del poder. Cuanta más gente sea quien es por lo que ha demostrado que es capaz de hacer y de seguir haciendo, menos pasteleo habrá de quienes solo deshacen.

LA CARTA DE LA SEMANA

La visita al ginecólogo

Los testimonios que leí en XLSemanal impresionan. Pero no son los únicos. Hace tiempo me detectaron una tasa alta de PSA y otra muy baja de PSA relativo. Le comento al urólogo lo de la cifra baja y me responde brutalmente que cuanto más cerca de cero esté esa cifra, más alta es la posibilidad de un cáncer de próstata. Sin darme tiempo a asimilar la noticia, me dice que hay que hacer un tacto rectal para confirmarlo, y me lleva a una sala anexa. Una puerta que da al pasillo está entreabierta. Comienza la exploración y siento que busca la próstata en mi interior de forma brutal. En vez de mirar a otro lado, me mira fijamente a no más de diez centímetros de mi cara. Cuando termina, me dice que hay que hacer una biopsia. Pregunto si se apoyará en alguna máquina para más precisión y casi se ríe. Busqué una segunda opinión con un eminente profesor en Francia. Repitió las pruebas, con respeto absoluto a mi intimidad. Me operaron en Burdeos, con ayuda del robot Da Vinci, y no me ha quedado ninguna cicatriz. La única, el desagradable recuerdo del trato recibido por el médico de la (in)Seguridad Social.

E. P. S. Correo electrónico

Por qué la he premiado…Por la sinceridad, el valor y la conveniencia de contar algo que otros callarían.


Elogio de la dignidad

Un guasap senatorial revela una penosa confirmación, en palabras de quien guasapea, del control «desde atrás» de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo (TS), desatando un tsunami judicial. De modo descarnado afloran los peores augurios para la ya maltrecha confianza ciudadana en la Administración de Justicia. La decisión de Manuel Marchena, presidente de la Sala Segunda del TS, autodescartándose como futurible presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y del TS, le honra como persona y miembro de la carrera judicial. Ha dado, con su hidalgo comunicado, una majestuosa lección que debiera ser imitada por los publicitados y nonatos vocales destinados a ser parte del CGPJ para, de una vez por todas, decir ‘basta’ a cualquier intento de interferencia política en la configuración del órgano de gobierno del Poder Judicial. La calidad humana, profesional, ética y jurídica de tan brillante y destacado jurista es un ejemplo. Lo grave es que los vergonzosos cambalaches políticos salpican al Supremo y le colocan en una difícil tesitura.

José María Torras Coll, Sabadell (Barcelona)


A todos por igual

Año 1863, llega a Badajoz, Extremadura, el primer tren internacional desde Elvas, Portugal. La primera línea nacional fue hasta Ciudad Real. Hoy, año 2018, en Extremadura seguimos teniendo trenes de hace casi dos siglos: impresentable que desde Cáceres se tarde seis horas en llegar a Madrid por vía férrea, que tanto los políticos regionales como los estatales no hayan tenido el valor de ponernos un tren de este tiempo: toda capital de provincia debería estar hoy conectada con Madrid por AVE y no solo unas elegidas, porque Toledo está a tiro de piedra en coche y se les dio tren. Como extremeño residente en Zaragoza, pido que de una vez por todas se trate a todos los españoles por igual como a los turolenses y cualquier otra comunidad olvidada por el Gobierno Central.

Luis Ramón Castro Pérez (Zaragoza)


La maternidad con el ‘brexit’

Hace seis meses tuve una nieta, la primera. Su madre, mi hija, de treinta años, está desde entonces dedicada a ella en cuerpo y alma. Las dos, junto con el padre de la criatura, también español, viven cerca de Londres. Llevan trabajando seis años en multinacionales americanas y ambos son ingenieros de Telecomunicaciones. Al dar a luz, mi hija solo tuvo derecho a cuatro semanas de permiso pagadas con un 90 por ciento del sueldo y a un subsidio de 400 libras mensuales durante otros tres meses. El padre tuvo apenas dos semanas libres. A partir de ahí, ella puede estar hasta un año sin trabajar, pero sin cobrar. Llevar a la niña a una guardería normal le costará un mínimo de 1500 euros al mes. Como se ve, todo son facilidades. El caso es que, además, su empresa ha aprovechado la coyuntura para cubrir (casualmente con un hombre) su puesto de trabajo. Cuando deba reincorporarse en enero, no tiene, a priori, puesto al que volver, lo cual le produce cierta incertidumbre y la sensación de que sus posibilidades de promoción se han visto afectadas por su maternidad. Visto lo visto, 1: a lo mejor, en España no estamos tan mal; 2: ¿por qué a las mujeres se nos sigue castigando sutilmente por ser madres a estas alturas del siglo XXI?

Ana Merino, El Sauzal (Santa Cruz de Tenerife)

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