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Channel: Cartas de los Lectores – XLSemanal
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Después

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Después

EL BLOC DEL CARTERO

Todos somos conscientes de que encarar lo que se ha dado en llamar ‘el principio del fin’ no es estar excesivamente lejos, aún, del fin del principio. No por ahora, no con todas las incertidumbres derivadas de la conmoción que 2020 nos ha regalado a los humanos y que en 2021, en función de la acreditada destreza del virus y de nuestras torpezas no menos comprobadas, bien podrían prorrogarse. Sin embargo, tarde o temprano esto pasará, como pasaron otras epidemias anteriores. Y hay que ir pensando en el después. Para proponer soluciones a todos los rotos, en lugar de recrearse solo en señalarlos, como sugiere uno de nuestros lectores. Para buscar la manera de soportar la adversidad, mientras nos dure, apunta otro. Y también, como nos invita la carta de la semana, para saber quedar en paz con lo vivido.

LA CARTA DE LA SEMANA

Querido 2020

Aunque me has arrebatado tanto, sé que debo darte las gracias. Gracias por enseñarme a valorar las cosas, los verdaderos momentos de felicidad y la gente realmente importante. Gracias por cada reencuentro, por cada abrazo y cada llamada de teléfono. Gracias por todos los momentos de celebración, por cada risa y cada momento al sol. También te doy las gracias por dejarme disfrutar de los míos, de los que están y de los que te has llevado. Este año he generado nuevos recuerdos con ellos, en algunos casos los últimos; y sé que no los voy a olvidar nunca. Gracias por cada ratito en el jardín con mi ‘iaio’, por cada videollamada con mi abuela y por dejarme disfrutar las historias de ambos. Gracias por todas las sonrisas y recuerdos que me has traído, los guardaré para siempre. Por último, me gustaría pedirte que le digas a 2021 que sea bueno, que nos cuide y que nos deje disfrutar de lo aprendido gracias a ti.

Paula Pérez Monterde, Valencia

Por qué la he premiado… Por la inteligencia para darle a un año terrible el mejor lugar posible en la memoria.


Bendita y admirable resiliencia

Aprendí la palabra ‘resiliencia’ cuando estaba en el colegio, hace muchos años, en la clase de Física: «Capacidad de un material que, debido a una tensión, se deforma, pero que, al dejar de recibir esa misma tensión, vuelve a su forma original». Ahora se habla mucho de la resiliencia, pero básicamente en su primera acepción del diccionario de la Real Academia Española (RAE), acepción que yo he descubierto tan tarde y que ahora no me resulta nueva. He conocido a tantas personas con esa capacidad y no solamente por causa de este maldito virus de la COVID-19. Personas admirables en la vejez. Pierden la vista, la movilidad, la memoria reciente, la audición… Y se adaptan. Personas admirables en la enfermedad y en los accidentes, con las secuelas que una y otros les han dejado. Son los auténticos resilientes. Diccionario de la RAE, primera acepción: «Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador, un estado o situación adversa». Bendita y admirable resiliencia. Gracias a todos ellos.

Jesús Márquez. Mairena del Aljarafe


Apocalípticos en tiempos de crisis

Ahora que termina el año, quisiera animar a nuestros escritores a construir un verdadero mensaje apocalíptico, un género literario, nacido en el ámbito judío, que nada tiene que ver con el fatalismo y la desesperanza. Digo esto porque últimamente son frecuentes los artículos que presentan el mundo occidental –y España en particular– como una civilización madura para su extinción. Es cierto que hay cosas que no van bien, pero no basta con detenerse en el diagnóstico de la enfermedad. Es preciso encontrar el remedio. Precisamente a esta tarea se consagraron los autores de la literatura apocalíptica. Contrariamente a lo que se piensa, no buscaron transmitir en lenguaje críptico el momento preciso del fin de los tiempos. En cambio, los escritores de aquel pueblo animaron a su gente a conservar la identidad que los definía en tiempos de dominio extranjero. La tarea no era fácil, la cultura de la potencia invasora tenía un atractivo arrollador y su poder militar hacía el resto. El peligro de disolverse y desaparecer era inminente. Sin embargo, la historia termina bien, el pueblo judío perduró y conservó al mismo tiempo aspectos positivos de la cultura helenística, ejemplos de ello son la traducción griega del Antiguo Testamento o Filón de Alejandría. Por su parte, el género apocalíptico también dejó una herencia cultural que aún perdura en la literatura, la pintura, el cine o la música. Se necesitan apocalípticos para estos tiempos de crisis que nos recuerden que merece la pena unirse a la eterna lucha contra las fuerzas del caos, hoy encarnadas en el egoísmo, en la ignorancia, en la envidia y en el individualismo.

Rubén Rodríguez Rubio. Pamplona


La cumbre evolutiva

Nos habla el corazón y, a veces, se nos encoge. Tricúspide y mitral tejen sentimientos con la misma intensidad que desatan odios e indiferencias. Nos besamos con la mirada; también nos retamos y huimos. Oímos nuestra voz interior; (casi) nunca la de los otros ni la del planeta que nos sustenta. Nos arde el estómago cuando nos devoran los nervios, a la par que echamos chispas: ¡andamos como motos! Nos embarga la emoción y lloramos por dentro: lágrimas de secano. Nos embriaga, ¡ojalá!, el arte: maridaje perfecto en nuestras vidas-barrica. Decimos estar vacunados contra el racismo y la xenofobia; antígenos ciertamente de escasa efectividad. Vivimos en un mar de dudas y de redes (sociales); océanos tal vez. Constituimos una variopinta fauna de halcones, buitres, zorros, lobos, acémilas… los más, corderos. Será por ello por lo que contamos ovejas para dormir en lugar de rapaces. Nos vamos de Babia a la Luna en un plis plas, y entre medias nos quedamos con el culo al aire. Somos… ¡la cumbre evolutiva!… Pero a diferencia del Everest, que suma 86 centímetros a sus otrora 8848 metros, nosotros no hacemos más que menguar.

F. Javier Santos. Santiago de Compostela


Nosotros decidimos

Una de las pocas cosas que me gustan de la pandemia es cómo las parejas se bajan unos segundos las mascarillas para besarse. Desde los saludos efusivos a dos metros hasta los choques de codos, hemos ido inventando formas de demostrarnos amor en época de enfermedad. El coronavirus lo ha cambiado todo, y las relaciones no son una excepción. No hay más que ver aplicaciones como Tinder, antes repletas de gente que buscaba algo parecido al fast food con las personas (cosa respetable) y donde ahora la mayoría quiere conocer, conversar, charlar. Todo se ha parado, pero el tiempo se valora más. Las fiestas de Navidad, caracterizadas hasta ahora por las grandes reuniones, las vueltas a casa de quienes viven fuera, los besos y achuchones, este año también fueron diferentes. Pero siempre nos queda reservar ese paseo, esa cita en el cine, esa partida a la Play con un ser querido, viva cerca o lejos, y recordar que la pandemia pasará, pero nosotros decidimos si aprendemos de ella.

Irasema Pino Ponte. Correo electrónico


¡Feliz vanidad!

Mi primera buena acción la ‘cometí’ a los diez años, en Navidad, con la exigua paga semanal palpitando en el bolsillo, destinada a una acuciante compra de chucherías. De camino a mi tienda de cabecera, me topé con un hombre taciturno pidiendo en una esquina. Mi asignación dominical pasó de mi bolsillo al suyo, con cierta reticencia inicial por mi parte. No sé si lo hice tanto por él como por mí, por sentirme caritativo y poder glosar mi gesta horas después en casa y años después aquí. El hombre me dedicó una sonrisa desdentada y agradeció mi generosidad con un entusiasta «¡feliz Navidad!». En agradecimiento a su agradecimiento, le contesté: «¡Feliz vanidad!». De regreso a casa me percaté de mi error en ese desplazamiento involuntario de letras que transmutaba una palabra en otra bien distinta. Tiempo después, aquella equivocación me procuró una reflexión que aún sigo planteándome: cuando se hace algo bueno por los demás, ¿se piensa solo en su beneficio?

Jon Arza Pérez. Pasai Antxo (Guipúzcoa)


Las cinco mariposas

Eran cinco niñas, cinco mariposas que un maldito 11 de diciembre vieron sus alas rotas porque unos individuos aún más malditos así lo decidieron en nombre de una quimérica patria ávida de sangre humana, infantil. Cinco mariposas a quienes impidieron seguir revoloteando alrededor de sus padres y hermanos y cuyas vidas fueron truncadas mientras dormían en sus pequeñas camas. ¿Qué se puede decir ante un acto tan canallesco?; ¿qué ideología es esa que para sustentarse necesita unos Herodes que la cimenten con semejante vesania? Una mente sana no puede concebir tanta vileza como supone segar vidas infantiles debido a la profesión de sus padres. Vaya héroes, vaya valientes quienes idearon y perpetraron esa hazaña. Ahora que las palabras ‘memoria’ y ‘relato’ están de actualidad, seamos coherentes y consecuentes. La vileza, por cierto, tuvo lugar un 11 de diciembre de 1987 en el cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza.

Francisco Javier Sáenz Martínez. Lasarte-Oria (Guipúzcoa)


La sed ya cotiza en Wall Street

En 2010, la ONU reconoció el acceso al agua como un derecho esencial inherente a toda persona, debiendo garantizarse su calidad, sostenibilidad y distribución a un precio justo. Sin embargo, y contrariamente a la lógica, esta semana este líquido vital ha pasado a formar parte de la salvaje especulación bursátil capitalista en el mercado de futuros, el más agresivo que existe, y que terminará por afectar a su precio. Ocurrió con el trigo y en poco tiempo cuadruplicó su precio acrecentando las filas del hambre en más de doscientos millones de personas. Y que no nos vendan las bondades de su entrada en Bolsa. La realidad es que los especuladores se forrarán a costa de todos con un bien imprescindible que, desde su compra a su venta, no sufre ninguna transformación que le añada valor. Se puede vivir sin petróleo o sin oro… pero no sin agua o trigo. Los productos de primera necesidad no deben caer en manos de especuladores. ¿Qué será lo próximo? ¿El aire que respiramos?

Miguel Fernández-Palacios Gordon. Madrid

 

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