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Miedo

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Miedo

EL BLOC DEL CARTERO

¿Y si resultara que lo que necesitamos es experimentar más miedo, pero sobre todo uno que nos invada en el momento y en la medida oportunos? Es lo que nos sugiere la carta de esta semana a partir de una experiencia personal y a la vista del comportamiento de quienes viven hasta ahora ajenos a ella. Cuando uno le ve las orejas al lobo, deja de tomárselo tan a la ligera como suele hacer cuando sólo es una presencia hipotética en el bosque. Y adquiere un conocimiento suplementario: ante el lobo, ayudan muy poco el atropellamiento –el miedo extemporáneo– y el pánico –el miedo desmedido–. A los males conviene temerlos antes de tenerlos ya encima, y lo justo para defenderse de ellos sin ayudar a agravarlos. Por lo que llevamos visto, estamos muy lejos de haber aprendido esa asignatura. 

El miedo en horas tardías

Comentaba hace unos días con mi madre que ojalá en cada familia, en cada rincón habitable, hubiese existido un relámpago de virus sintomático con su consiguiente riesgo, para que la latencia del miedo continuase viva durante las navidades para actuar en consecuencia. Ninguna deseaba ingresos hospitalarios, pero coincidíamos en que una de las cuestiones que no se han sabido resolver, pese a la sobreinformación en todos los canales, es la inoculación de un miedo responsable antes de que el virus penetre en las casas. En ningún momento nos referíamos al miedo que paraliza y crea ansiedad y que puede parecerse al que sufrió mi marido en la primera ola, al verme ingresada con neumonía. Ocho meses después el miedo se inicia en muchos casos de forma tardía, cuando alguien cercano tiene febrícula y da positivo. Mientras dure la pandemia, será mejor alcanzar nuestra particular cuota de miedo desde la prevención y recordar que todas las civilizaciones que se salvaron (léase El naufragio de las civilizaciones de Amin Maloouf) sufrieron sus particulares ‘miedos’. No es tan negativo tener… miedo.

Laura Garrido Barrera. Vitoria-Gasteiz

Por qué la he premiado… Por poner el dedo en la llaga que explica, posiblemente, tantas imprudencias.


Hay que vivirla

Hace unos días me atendió en la gasolinera un empleado con el que da gusto hablar. Al despedirnos, me dijo que su anciana madre había fallecido unos días antes y me recordó, sin alterar su rostro, que el último adiós entre ambos le había dejado en perfecta paz y serenidad porque «la muerte hay que vivirla». Me sorprendió el modo de sublimar su tristeza hacia un estado de satisfacción. Está claro que, en tal caso de muerte natural, ocurrió lo opuesto de lo que pasa en cualquier UCI por COVID-19, donde los familiares no pueden acompañar a quien está muriendo, por mucho que, para un paciente en agonía, sea más apacible morir entre los suyos que, a solas, entre sanitarios. El riesgo de contagio priva al moribundo de vivir su propia muerte. Si nacemos en público, ¿por qué no morir rodeados de nuestros seres queridos? Hace unos años, tuve una experiencia similar a la del operario de la gasolinera con su madre, cuando la mía moría en la fecha que me correspondía cuidarla. Esta nos ha enseñado a él y a mí que, como escribiera el ensayista italiano Ernesto de Martino, «la muerte forma parte de la vida por ser su inevitable conclusión».

Fidel Eguaras Monreal. Correo electrónico


Confinados

Todos hemos pasado meses confinados, pero no todos hemos salido de nuestro confinamiento con finados, ni siquiera contagiados. La queja, por tanto, sobre nuestra inopinada reclusión debería ser más ponderada y deferente con quienes han perdido a seres queridos a los que no han podido acompañar hasta el final. Seamos cautos con la queja, más aún delante de quien la profiramos, porque lamentarse de no haber podido salir de casa en semanas ante, por ejemplo, un sin techo que lleva años sin poder salir de la calle es, aparte de oprobioso, como poco inconveniente.

Jon Arza Pérez. Pasai Antxo. (Gipuzkoa)


Capitán a posteriori

Leo en el XLSemanal del 20 de diciembre: «En enero Bancel (Stéphane Bancel, responsable de la creación de la vacuna Moderna) estaba de vacaciones en el sur de Francia cuando leyó la primera noticia sobre el virus de Wuhan. Escribió dos e-mails. Uno a A. Fauci y otro al presidente de Moderna, Stephen Hoge. La maquinaria estaba en marcha (…) Bancel comunicó a sus empleados que quería un candidato a vacuna en un plazo de 60 días. Estuvo lista en 42. En marzo, Moderna fue la primera empresa en empezar sus ensayos clínicos en humanos». Pues bien, cómo es posible que con la simple lectura de una noticia se pusieran diligentemente a trabajar desde el primer instante hasta el punto de obtener una vacuna en un tiempo récord. Cómo es posible que, en los Juegos militares de Wuhan, decenas de soldados de diferentes ejércitos, algunos del Ministerio de Defensa Español, se vieran afectados, y no se hiciera nada. Cómo es posible que la Administración, disponiendo de embajada permanente en China, que conocía la realidad de primera mano, no reaccionara a tiempo. Cómo es posible que, tras suspenderse los carnavales de Venecia a finales de febrero, todavía el Gobierno no adoptase ninguna medida. Cómo puede afirmarse por parte de las autoridades que la situación les pilló por sorpresa. Afortunadamente, hay profesionales a los que tan solo les bastó leer el periódico para adoptar iniciativas. Como Stéphane Bancel.

José Antonio García Escudero. Valladolid


Fomentar la lectura

Me ha gustado mucho su reportaje sobre los cien libros que debes leer. Me he sentido bien porque he leído la mayoría de ellos. Disfruto cada vez más de la lectura: hace pensar, disfrutar, sentir, amar e incluso odiar a algún personaje. La lectura, la buena lectura, es riqueza para el alma. Aún recuerdo que de niña, en Valencia, vendían tebeos en la Plaza Redonda los domingos, y mis padres nos llevaban a mis hermanos y a mí. Comprábamos el Pumby, el TBO, Mortadelo y Filemón, Cuentos de Heidi, Zipi y Zape, El capitán Trueno… cómo disfrutábamos con ellos. Mis padres se encargaron de fomentar la lectura en nosotros. Seguí leyendo hasta hoy, que sigo haciéndolo con cincuenta y dos años ya. Me encanta ir a una librería y encontrar algún libro ‘raro’, lo abro y lo leo con la misma ilusión que un libro de plena actualidad. Me gustaría que se volviera a fomentar la lectura a los niños no solo en los colegios, sino que sus padres lo fomentaran en casa. La lectura es cultura, y cuando más culto eres, más vida interior tienes. Te da muchas tablas para manejarte bien por la vida. De la lectura se puede ir a más y fomentar la escritura. Los niños más pequeños son los que tienen más imaginación, y nos sorprendería todo lo que son capaces de vivir y escribir cuando son pequeñitos. No tantos móviles, juegos, redes sociales…y ¡a disfrutar con la lectura!

Mónica Rubio Ochoa. Valencia


Los pavos atados

Leí en el encierro  la famosa novela italiana medieval Los Novios. Una de las curiosidades que leí en ella es que, con motivo de un festejo, un recadero a caballo llevaba colgados boca abajo de su grupa un montón de pavos vivos para una comilona. Estos animales iban así, al degüello, sin saberlo. Pero lo curioso era que a lo largo del camino esas gallináceas se picoteaban a lo bestia unas a otras, con o sin motivo. Y así atadas por las patas, ni daño se podían hacer por la imposible postura. Solo conseguían tener un enfado indescriptible. Lo digo por los motines de algunos estadounidenses, por los líos en Francia con los agricultores… O por las discusiones de algunos políticos en varios foros, aquí en nuestro país. Las críticas durísimas que oigo son más que picotazos. Las acusaciones de ser asesinos de ancianos de residencias, etarras, filocomunistas traidores o, al revés, golpistas, antidemócratas, republicanos sin trono, bananeros, irresponsables, corruptos. Para qué sirve ese lío, tanto picotazo en vano, si así seguiremos igual colgados de las patas bocabajo. No quiero picotear a nadie. Solo pedir un descuelgue de ese novelesco lazo en los pies para todos. Así es cansadísimo vivir. Es una opinión respetuosa sin moraleja. Usted sea libre de pensar lo contrario, que me alegrará doble.

Pedro Gil Pondal. Getxo (Bizkaia)

 

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