Leer
El bloc del cartero
Está llegando el momento de decirlo sin ambages ni medias tintas, sin paños calientes ni mentiras piadosas: quien renuncia a la lectura -la que se produce ante un texto compuesto con exigencia y contenido, en un ejercicio de análisis, reflexión e introspección- para suplirla con el sucedáneo nimio del mariposeo por las ventanitas digitales y audiovisuales deja de utilizar una parte de su cerebro. Y no una parte cualquiera. De ella brota el pensamiento crítico, la captación de matices, la comprensión de realidades complejas y de los problemas que suponen un desafío verdadero; aquellos que van más allá de la dificultad mecánica y necesitamos resolver. Nos lo recuerda un lector: ya estamos más allá de la evidencia intuitiva, la neurociencia empieza a certificarlo y a dar la voz de alarma. Hay que leer. Nos jugamos mucho.
LA CARTA DE LA SEMANA
Hagan algo
Quizá sea el ritmo de vida que nos imponemos o la propia dinámica de una sociedad que nos arrastra en una vorágine de prisas por todo, el tema es que me estremecen los casos de padres o abuelos que, involuntariamente y sin ser conscientes de ello, olvidan a bebés en un vehículo, con un fatal desenlace en la mayoría de las ocasiones.
Se me encoge el alma al pensar en la desesperación en la que quedarán sumidos esos padres, y me pregunto por qué los turismos no incluyen algún tipo de dispositivo que advierta de estas situaciones al abandonar el vehículo con alguien en su interior. Existen señales luminosas y acústicas que nos advierten de casi todo. una lámpara fundida, un nivel bajo de aceite o combustible, un cinturón de seguridad sin abrochar, etcétera. Me gustaría enviar un mensaje a los diseñadores y fabricantes de turismos: ustedes pueden hacer algo para evitar estas desgracias, háganlo, porque no puede ser que un bebé muera en un coche por un olvido del que nadie podrá decir que eso a él no le puede ocurrir.
José Vicente Rodríguez Conejo, Monforte de Lemos (Lugo)
Por qué la he premiado…Porque es una idea sencilla, porque hay vidas en juego, porque se puede y, por tanto, se debe.
Hay que leer
Parece que hay mucho tonto suelto. Aunque según Descartes el sentido común está repartido en partes iguales, algo pasa porque cada vez hay más tontos. Varios estudios alertan de que, en los países desarrollados, el cociente intelectual cae de forma sostenida. Carmen Posadas se pregunta cuándo los adultos comenzaron a ser los tontos de la familia. Los psicólogos que estudian el fenómeno apuntan a que nuestra sociedad hipertecnológica demanda cada vez menos capacidades cognitivas de las de toda la vida, sin que el entretenimiento virtual haya creado un nuevo tipo de capacidad mental. Antonio Andrés Pueyo, catedrático de Psicología de la Universidad de Barcelona, dice que «ahora se lee más; quizá no libros, pero sí navegando en Internet». La neurocientífica Maryanne Wolf (Universidad de Los Ángeles) afirma que la forma de leer en Internet es superficial, rápida, y que la pérdida de la lectura profunda lleva a la pérdida del pensamiento crítico. Y así, concluye, «quedamos a merced de los demagogos». Está en juego, avisa, la democracia. Miquel Escudero, matemático y escritor, comenta (El Correo, 8/10/18) que le preocupan las bobadas que se dicen y hacen, «sobre todo las que proceden de quienes nos gobiernan». Y se pregunta: «¿nos toman por tontos o nos quieren atontar?». Un tonto con voz pública o parcela de poder es un tonto peligroso, ese tipo de tontos «pueden destrozar un país, la convivencia, la vida» (Arturo Pérez-Reverte). Al final, todos nuestros males vienen de no leer. Para salvarnos de la tontería, hay que leer.
María Teresa Rivera, Urduliz (Vizcaya)
¿Presunto qué?
La presunción de inocencia consiste en que se presume que quien no ha sido condenado por sentencia firme es inocente. Por lo tanto, hablar del ‘presunto terrorista’ o ‘el presunto violador’ no tiene sentido si lo que se pretende es respetar la presunción de inocencia. Debería hablarse del ‘presunto inocente del delito de violación o estafa’, o lo que sea. Si siguen ustedes hablando de ‘presuntos delincuentes’, están presumiendo culpabilidad.
Viniendo tales afirmaciones de la pluma de un periodista, resultan un poco ridículas, pues son gente de letras y deberían dominar el significado de las palabras. Es una mala costumbre extendida en todos los medios. Incluso en las charlas y debates más solemnes de la televisión, periodistas de prestigio hacen el ridículo cuando, intentando respetar la presunción de inocencia, hablan de ‘presuntos agresores’, ‘presuntos estafadores’. O eso de: «Al parecer, el detenido habría, presuntamente, golpeado a su pareja/robado las joyas…». Si ustedes son el primer medio de comunicación en hacer un buen uso de la presunción de inocencia, será un pequeño paso para el periodismo, pero un gran paso para la humanidad. Los medios confunden sistemáticamente las presunciones con las sospechas. Pueden, si quieren, hablar del ‘sospechoso’ y, así, ni vulneran la presunción de inocencia ni hacen el ridículo.
J. M. I. R. (Correo electrónico)
Lo afortunados que somos
Soy una mujer recién trasplantada de riñón con un sistema vascular muy delicado. Por ello hago este escrito, para dar las gracias de manera especial al equipo de hemodiálisis del hospital San Rafael de La Coruña, por el tiempo que pasé allí recibiendo tratamiento de hemodiálisis. Son muy eficientes y sumamente empáticos con el paciente. Quiero agradecer también a los equipos de Nefrología y Vascular del CHUAC, grandes profesionales y muy cercanos al paciente. Me siento, además, muy agradecida con mi generoso donante y su familia. Esta experiencia me está haciendo ver lo importante que es la donación de órganos. Aunque el momento de la muerte de un ser querido es sumamente doloroso, se permite con la donación una mejora en la vida de otros enfermos. Invito por ello a una seria reflexión sobre este tema. Por último quiero resaltar lo afortunados que somos con nuestra Seguridad Social, que cuenta con auténticos profesionales de la medicina y nos permite acceder a estas operaciones quirúrgicas y a largos tratamientos muy costosos.
J. G. Correo electrónico