Necesidad
EL BLOC DEL CARTERO
La mejor manera de asignar nuestros recursos es establecer antes el catálogo real de nuestras necesidades. Sin hacer ese elemental y saludable ejercicio, no podemos invertir con criterio y, si nos lo saltamos, nos exponemos al despilfarro y, de rebote, a la escasez. Las generaciones que nos precedieron, acuciadas por una insuficiencia crónica de recursos, se doctoraron en el arte de la administración. Aquellas que se han forjado al calor de la prosperidad y de la proliferación masiva de bienes de consumo han perdido, hemos perdido, el fino instinto para no dilapidar allí donde es interés de otro, y no de uno, poner lo poco o mucho que se tiene. Advierte un lector contra el peligro de confundir lo que se quiere con lo que se necesita. Es la trampa perfecta que se nos tiende: querer, y de ahí necesitar, lo superfluo.
LA CARTA DE LA SEMANA
Siempre me quedará Jardiel
Hacía tiempo que no iba en el metro de Madrid. Fue un trayecto del aeropuerto al centro. Me senté y me vi reflejado en el cristal de enfrente. Me costó reconocer a aquel estudiante que, en los ochenta, devoraba las obras completas de Enrique Jardiel Poncela. El libro del convaleciente, La tournée de Dios, Eloísa está debajo de un almendro… aquellas páginas sacaron mil sonrisas de aquel esbozo de arquitecto que se desplazaba de Malasaña a Pueblo Nuevo para dar clases de Matemáticas. Miré a izquierda y derecha y me costó reconocer el vagón y la actitud de sus ocupantes. Prácticamente todo el mundo atendía su móvil. Incluso las parejas. Nadie leía nada sobre un papel. Ni libros ni periódicos. Los tiempos cambian y cada uno es libre de decidir a qué dedica ese tiempo de trayecto, pero me pregunté: en unos años, si todas esas personas se enfrentan a su reflejo y evocan ese tiempo pasado en el metro, ¿qué poso les habrá quedado en su memoria? A mí, por más años que pasen, siempre me quedará Jardiel.
Iñaki Gómez Díaz, Logroño (La Rioja)
Por qué la he premiado… Porque, en efecto, es de leer y leernos, y no de picotear alpiste digital, de donde nace la memoria que al cabo nos habrá de sostener.
Perseguidos
Releo y paladeo el último artículo de Isabel Coixet ( ‘No soy fan de Isabel Coixet, pero…‘). Emociona su talante de superviviente, curtida desde la infancia en la experiencia de las víctimas de acoso. Tendemos a creer que los considerados por la masa menos sanos, inteligentes, ricos o blancos son los habitualmente perseguidos, olvidando a los que destacan porque piensan por sí mismos y huyen de adoctrinar y ser adoctrinados. Puede que los más vulnerables sean el plato fuerte del banquete del acosador, pero el individuo sano y autónomo es el alimento favorito del líder mediocre y su corte de palmeros. Coixet pertenece a esa estirpe de humanos admirables que buscan la verdad caiga quien caiga, conscientes de que las masas, con sus eslóganes políticamente correctos, solo los aplaudirán si el azar quiere que, por efímeros instantes, lo auténtico esté de moda.
Isabel P. Ferrer (Correo electrónico)
Y, a pesar de todo, leen
Tenemos dos hijos adolescentes y buenos lectores. No hemos hecho nada especial para lograrlo. El de 15 años está encantado porque ha encontrado una biblioteca pública especializada en literatura juvenil, y a la de 12 le tengo que decir una veintena de veces que deje el libro y desayune. Yo soy de las que disfrutan de un buen libro, por lo que se me cae la baba cuando los veo casi pasarse la parada del tranvía atrapados por los personajes. Pero sé que llegará septiembre y esto cambiará.
Cuando al mayor le diga, ¿pero es que no tienes un buen libro que leer?, me contestará: «¡Sí, mamá, pero no me gusta leer a cachos un libro! O hago los deberes o leo», con un tono de voz que delatará su edad. Y a la chica le diré: ¿pero hace cuánto que no lees? «¿Para qué, mamá? ¡Para que luego la profe me haga hacer una ficha! Para eso no leo». No echaré arena sobre la labor de los maestros que han tenido porque sería injusto. Recuerdo a una profesora, ya jubilada, que le dejaba libros a mi hijo en vez de mandarle más deberes de Matemáticas o Lengua, y luego siempre buscaba un rato para preguntarle si le había gustado. Pero, cuando los miro leer, algo se enfada dentro de mí y grita: ¡mis hijos leen a pesar del sistema educativo! ¡Algo no funciona!
Irene Guíu (Zaragoza)
Con una amable sonrisa
El verano ha llegado con todo su esplendor. Este año decidí acudir al gimnasio. Mi sorpresa fue mayúscula al preguntar por el precio de la cuota mensual. Según la señorita que me atendió, tienen dos: la normal y la de jubilados. Yo, por tener 63 años y ser lo segundo, accedo a ella. Sale más económica y las prestaciones son las mismas. El gimnasio abre puertas a las 6:30 de la mañana y cierra a las 23.00. Como decía, mi asombro fue que al estar fuera del sistema y, supuestamente, de una clase más débil corporalmente y, por respeto a la clase considerada joven y saludable, solo te permiten acceder al interior en horario de 11:35 a 12:00 de la mañana, de lunes a viernes… y nada más y, si sales no puedes volver al interior del recinto. A todo esto, si por azar de la vida te entretienes cinco minutos más, tienes las puertas cerradas hasta el día siguiente. La señorita que me informaba con toda naturalidad lo hacía con una amable sonrisa de oreja a oreja, me hizo comprender que, como especie, poco o nada hemos evolucionado en educación, valores, respeto a los mayores y, además, cargarse de un plumazo el tan apreciado antaño sentido común.
Albert Joan Maria Alà (Lleida)
Necesito vs. quiero
Son dos conceptos diferentes entre sí. Querer algo o a alguien no es lo mismo que necesitarlo. En edades infantiles queremos mucho por desconocimiento, por experimentar cómo son las cosas, verlas, tocarlas, probarlas. Necesitar es distinto, se necesita algo para cubrir una carencia, por ejemplo, una bicicleta para desplazarse, pero si no existe esa carencia, no hay necesidad. Es decir, si no necesito desplazarme, no necesito la bicicleta por mucho que me guste y quiera una. Circula desde hace poco un anuncio de un coche que dice «lo quiero tanto que lo necesito» y es un error de los publicistas mezclar estos dos conceptos que son totalmente diferentes. No es lo mismo querer que necesitar.
Romualdo Ignacio María Lull, Benimeli (Alicante)
Bien escaso
Jornada a la carta
“Se da un clamor para que los políticos depongan su ambición y sitúen a la ciudadanía por encima de sus intereses partidistas”
Yatrogenia política
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